Si estás leyendo esto es probable que desde que tengas memoria hayas sentido insatisfacción por tu cuerpo: tus muslos te parecen demasiado grandes o demasiado pequeños, crees que tu pecho abulta más de lo que debería o por contraparte te gustaría tener más, y ¿qué me dices de tu pelo? ¡Ojalá tener esos preciosos rizos!, o, en caso de que los tengas, ¡ojalá tener ese pelo liso del que no tener que preocuparte!
Si esto te suena, voy a explicarte por qué te sucede y cómo puedes trabajar en la reconciliación con tu cuerpo.
Para empezar, a nadie le extrañará saber que hay un componente de género importante (aunque el culto a la apariencia va afectando cada vez más a los hombres). Las mujeres somos más propensas a vivir en la insatisfacción corporal y a padecer trastornos de la conducta alimentaria (TCAs), y esto no tiene nada de casual. Las autoras Fredrickson y Roberts llevaron a cabo una investigación en 1997 tras la que desarrollaron la Teoría de la Objetificación, en ella determinaron que a las niñas se les enseña a verse a sí mismas como las vería un observador externo, mientras que a los niños se les educa para poner más en valor las cualidades personales. Lo primero conduce a la reducción del foco interno y hace que la imagen social sea especialmente importante. En resumen, si has nacido niña, te habrán educado para que tenga una gran relevancia para tí la imagen que proyectas en los demás y para asociar inexorablemente tu valor personal a la misma.
Otros factores sociales que fomentan este descontento son:
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- La desvalorización de la feminidad: haber presenciado situaciones en las que el género femenino era depreciado propicia el descontento con todo lo asociado al mismo. También lo hace el castigo social de la presencia de caracteres propiamente femeninos, como el vientre abultado y las caderas anchas, y el ideal estético femenino que solo permite dos tipos de cuerpo, el infantil o el hipersexualizado.
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- La impunidad de la delgadez: asumiendo que el cuerpo delgado es el único que puede estar sano.
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- La contradicción entre la supremacía de la delgadez y la presencia de un ambiente obesogénico, que promueve, por ejemplo, la ingesta de comida basura como única forma de alcanzar el bienestar emocional (habrás visto más de una vez en el cine a la abatida protagonista comiéndose una tarrina de helado entera para superar el mal de amores, ¿verdad?).
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- La asunción de supuestos disfuncionales como que “tú puedes controlar tu imagen y rápido” (cuando la realidad es que el mayor porcentaje de la forma de tu cuerpo se debe a cuestiones genéticas sobre las que poco tienes que hacer), “querer es poder” o “adelgazar es cuidarse” (muchas veces está ligado al decremento de la salud física y mental).
Además de estos alicientes sociales, también influyen nuestra historia de vida y las estrategias de afrontamiento que empleamos para regularnos emocionalmente y relacionarnos con el cuerpo: la presencia de culpa y vergüenza asociadas a la acción de comer y la generalización de este malestar a otros ámbitos de tu vida (“si no estoy delgada, no soy querible”, “no soy buena en nada”, etc.) y la desconexión con tu cuerpo (por ejemplo, comer según reglas rígidas y no de forma intuitiva) crean el torbellino perfecto para desarrollar una baja autoestima.
Y sabiendo todo esto, ¿qué puedo hacer yo para mejorar la relación con mi cuerpo? Bueno, lo primero que te recomiendo es que tomes conciencia de que tu problemática no es única y que está determinada por todos los factores que te he explicado anteriormente. Te animo a ejercitar un cambio de mirada buscando referentes del movimiento body positive que promuevan un discurso de aceptación, como son las instagramers Mara Jiménez (@croquetamente__) y Sheila Mulero (@kokoro_psiconutricion) o la modelo Ashley Graham.
Sé más compasiva con tu cuerpo y dale valor a todo lo que hace por ti. No estás sola, muchas personas se sienten como tú, expresa y acepta el componente emocional que genera en ti tomar conciencia de todo lo que has leído, el proceso no es lineal y tu relación con la comida no va a cambiar de golpe. Entrena el gusto y el disfrute, restringir lo que comes solo va a llevarte a comer con más ansiedad, escucha a tu cuerpo y sus necesidades (que cambian en función de tu edad, el momento del ciclo en el que estés, la cantidad de deporte que hagas, cuánto trabajes, etc.). Y ten claro que ninguna identidad es un insulto.
Te planteo las siguientes preguntas para reflexionar sobre tanta obsesión y te animo a que las contestes:
¿Para qué?
¿Para quién?
¿Me van a querer más?
¿No voy a morir sola si estoy más delgada?
¿MERECE LA PENA?
Si necesitas acompañamiento en este ámbito, estaré encantada de estar a tu lado. Puedes solicitar tu cita a través de esta web.